Con un soneto basta
Querido Lope: nos conocemos desde hace muchos años. Yo apenas tenía 14 cuando cayó en mis manos "Peribáñez y el Comendador de Ocaña", una de tus piezas teatrales más conocidas. Alguien me había dicho que era una comedia "para mayores", y quizá por eso me la bebí con fruición de un trago en una sola tarde. Al acabar me di cuenta de que había aprendido a pensar en verso. Fue un milagro raro: se me pegó la música de los octosílabos y hasta los endecasílabos me rimaban casi sin esfuerzo.
Después…, no voy a decir que leí tus obras completas, como afirmó hace años un político español algo fantasioso. Tus "obras completas" no las conoce nadie, ni tú. Creo que escribiste unas mil quinientas comedias e infinidad de poemas. Por eso te llamaron "fénix de los ingenios", y el mismísimo Cervantes dijo, tal vez con cierto sarcasmo, que eras "un monstruo de la naturaleza".
Un poco monstruo sí que fuiste, reconócelo. No sé si tuviste tantas amantes como aseguran, pero tu vida giró en torno a las mujeres y al teatro. También tenías cientos de amigos. Madrid te idolatraba y te lo perdonaba todo. Y si es verdad que la valía de un hombre se mide por el talento de sus enemigos, tú fuiste realmente valioso. Te aborrecieron algunos de los más grandes, como Miguel de Cervantes o Pedro Calderón de la Barca.
Tu relación con Dios fue también intensa y turbulenta. Fuiste un gran pecador. Te hundías y te levantabas una y otra vez, pero nunca llevaste una doble vida. Lejos de ti la hipocresía de esconder o justificar tus culpas: tu contrición era auténtica y apasionada como lo fueron tus amores y tus caídas.
En 1612, con 50 años cumplidos, te ordenaste sacerdote. Fue otro error. No estabas preparado para vivir una vida plenamente consagrada a Dios y muy pronto pudiste constatarlo al dejarte arrastrar por las pasiones que parecías haber repudiado para siempre.
Y sin embargo, en medio de todo, nació aquel poema... ¿Quién te lo inspiró? ¿Qué ángel te sopló al oído uno de los sonetos más sencillos y sublimes de nuestra literatura? Son 14 versos que han servido a miles de personas para hablar con Dios, para pedirle perdón y volver a empezar en la lucha. Yo mismo lo he rezado muchas veces cuando me he avergonzado de mí mismo por no haber sabido responder a los requerimientos del amor de Dios.
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,que a mi puerta cubierto de rocíopasas las noches del invierno escuras?¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,si de mi ingratitud el hielo fríosecó las llagas de tus plantas puras!¡Cuántas veces el Ángel me decía:«Alma, asómate agora a la ventana,verás con cuánto amor llamar porfía»!¡Y cuántas, hermosura soberana,«Mañana le abriremos», respondía,para lo mismo responder mañana!
Al releer ahora tu soneto me ha venido a la memoria la historia de Dimas, el "buen ladrón" que fue crucificado junto al Señor.
Según Juan Ramón Jiménez, aquel ladrón también era poeta. Antonio Machado estaría de acuerdo ya que él definió la poesía como "unas pocas palabras verdaderas". Y aunque Dimas no figure en ninguna antología lírica, a punto de morir recitó al oído de Dios las palabras precisas, el verso más verdadero y eficaz de la historia: "acuérdate de mí cuando estés en tu Reino". Tú casi lo superas, querido Lope, y, francamente, no puedo imaginar que tu poema no te haya abierto, como al ladrón, las puertas del Cielo.
Hace muchos años yo también escribí un soneto. Hasta me dieron un premio con su "flor natural" incluida, que es un modo baratito de recompensar a los trovadores. No debía ser muy bueno, puesto que lo he olvidado casi del todo, pero aún recuerdo el último verso, que era una especie de lamento: "¡Si bastara un poema para amarte…"! Pensaba yo entonces que las palabras solas no eran suficientes, que el amor siempre pide más.
Ahora no estoy seguro. Dios es tan misericordioso que se conforma con casi nada, con un punto de contrición y unas pocas palabras verdaderas como las que tú nos dejaste.